martes, 8 de octubre de 2013

Hablo de educación

Hace muchísimo tiempo que no paso por aquí. Quizá necesitaba que el corazón ardiera en ganas y la cabeza estuviese a punto de estallarme. Y hoy es el día.

Hablo de educación. De lo que trato de hacer cada día en un aula con 13 niños (4 de quinto y 9 de sexto) con los recursos que tengo (yo misma y las horas que tengo para los chicos y chicas que más lo necesitan).
Hablo de educación. De que un niño no coja la puerta en mitad de una clase y se marche sin decir nada.
Hablo de educación. De que no eructen en clase.
Hablo de educación. De que no mientan.
Hablo de educación. De que se levanten cuanto necesiten en clase mientras respeten a los demás y su trabajo.

Hablo de educación. De la de las familias. De quienes te dicen que colaboran contigo, que cuentan contigo y que cuentes con ellos.
Hablo de educación. De la de las familias. De quien no es capaz más (que no es poco) que de querer a sus hijos e hijas.
Hablo de educación. De la de las familias. De quienes nada pueden y todo quieren.
Hablo de educación. De la de las familias. De la que hay y de la que echamos de menos.
Hablo de educación. De la de las familias. De quienes juzgan y no escuchan.

Hablo de educación. También de la mala. De la que dejamos fuera cuando entramos.
Hablo de educación. De las pocas ganas que tengo algunos días y de la sonrisa y el ánimo con la que la disfrazo porque ellos no tienen la culpa.
Hablo de educación. De la del maestro y la maestra hacia sus alumnos. De la mano tendida.
Hablo de educación. De la que el maestro y la maestra les mostramos hablándoles con respeto.
Hablo de educación. De la que nosotros, los adultos, deberíamos tener.
Hablo de educación. De la que nosotros, los adultos, podemos tirar antes que gritar (mucho) a un niño o una niña que confían en nosotros.
Hablo de educación. De la que nosotros, los adultos, no podemos perder porque somos su ejemplo.

Hablo de educación. No de la mala educación. De la Educación con mayúsculas. De la que cambiará el mundo.

Y, tristemente, hay demasiada gente sin ella. (y, más triste todavía, demasiados profes sin ella)